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La verdadera forma de agradarlo.

  • Alejandro Machado
  • 14 abr 2015
  • 6 Min. de lectura

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Nueve de cada diez cristianos creen que la adoración a Dios consiste en cantarle a Él. (*)

Algunos creen que es mejor y más genuino cantar muy fuerte y de manera muy extrovertida. Otros piensan que debe hacerse solemnemente y de manera calmada, pues así lo merece su majestad, el Rey. Pero el punto es cantar.

“Vamos a alabar y adorar al Señor” para un cristiano es, en la mayoría de los casos: “Vamos a cantar”.

Y no hay duda. Incluso es bíblico. Parte de la alabanza y adoración del creyente se expresa en cantos, de júbilo o solemnidad, no importa; pues somos seres creados para expresar sentimientos y emociones a través de las artes, los sonidos, e incluso, los movimientos.

Salmo 71

22 Entonces te alabaré con música de arpa,

porque eres fiel a tus promesas, oh mi Dios.

Te cantaré alabanzas con la lira,

Oh Santo de Israel.

23 Gritaré de alegría y cantaré tus alabanzas,

porque me redimiste.

Salmo 150

3 Alábenlo con un fuerte toque del cuerno de carnero;

¡alábenlo con la lira y el arpa!

4 Alábenlo con panderetas y danzas;

¡alábenlo con instrumentos de cuerda y con flautas!

5 Alábenlo con el sonido de los címbalos;

alábenlo con címbalos fuertes y resonantes.

(¡Cuán en serio se toman algunos creyentes el último versículo!)

No hay duda, la expresión de la alabanza a Dios tiene un vínculo muy grande con la música. ¡Gloria a Dios por la música!, nos permite expresarnos.

Las canciones son usadas para expresar lo que se siente, y lo que se piensa. El joven enamorado no cesa en su empeño de encontrar alguna canción que dedicar a su amada para “expresar” su amor a ella. Y si no la encuentra, la compone. Salga como salga. Aunque a los oídos de un músico profesional suene de manera terrible.

Sin embargo, el anhelo y el afán de “expresar” lo que se siente es tal, que nos lleva a buscar en melodías, la forma de dar a conocer al ser amado las emociones.

Y es así, como fundamentamos nuestra alabanza y adoración a Dios a través de los cantos. El gran problema es ese, que en muchas ocasiones, creemos que la alabanza y adoración a Dios se basa solo en eso, en cantar.

Así que, cuando empezamos a entender, después de todas estas lecturas, que nuestra vida, el propósito de nuestra vida, es vivir “para la alabanza de su gloria”, corremos el riesgo de considerar el tema de la adoración a Dios de manera incompleta, por no decir equivocada.

Leamos con mucha atención este texto:

Romanos 12

1 Por lo tanto, amados hermanos, les ruego que entreguen su cuerpo a Dios por todo lo que él ha hecho a favor de ustedes. Que sea un sacrificio vivo y santo, la clase de sacrificio que a él le agrada. Esa es la verdadera forma de adorarlo. 2 No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta.

Una frase resalta en el texto: “Esa es la verdadera manera de adorarlo”

¿Leíste con atención?: ESA ES LA VERDADERA FORMA DE ADORARLO.

Si eres como la mayoría, en tu corazón ha habido un sobresalto y rápidamente has regresado a leer el texto detenidamente para encontrar esa revelación que hasta hoy permanecía oculta: ¡LA VERDADERA FORMA DE ADORARLO!

¡Vaya!, dirás… ¡parece que he estado equivocado todo este tiempo!…

¿LA VERDADERA FORMA DE ADORARLO?

¿CUAL ES?

Nuestra tranquila lectura de pronto se convierte en un torbellino interno que pugna entre emociones para conocer la respuesta. ¡Léela!, ¡lee con atención!…

“Entreguen su cuerpo a Dios… Que sea un sacrificio vivo y santo, la clase de sacrificio que a él le agrada”. (verso 1).

¿Ya ves?

Entregar TU CUERPO A DIOS.

¡Cuán relacionado está a todo lo que hemos venido compartiendo desde el principio!

¡LA VERDADERA FORMA DE ADORARLO ES CON UNA VIDA SANTA!

Entregar el cuerpo a Dios. ¿Qué puede significar eso?… Unos capítulos atrás, Pablo ya lo había explicado a los Romanos.

Romanos 6

12 No permitan que el pecado controle la manera en que viven; no caigan ante los deseos pecaminosos. 13 No dejen que ninguna parte de su cuerpo se convierta en un instrumento del mal para servir al pecado. En cambio, entréguense completamente a Dios, porque antes estaban muertos pero ahora tienen una vida nueva. Así que usen todo su cuerpo como un instrumento para hacer lo que es correcto para la gloria de Dios.

Eso no es fácil. En Cristo si, es decir, tenemos la ayuda y dirección del Espíritu Santo para vencer al pecado. Pues si hemos muerto para el pecado, y para el mundo, entonces ahora vivimos para Cristo y empieza a dominar en nosotros la nueva naturaleza, el nuevo hombre que va creciendo y haciéndose más fuerte cada día pues es una vida en crecimiento.

Galatas 5

16 Por eso les digo: dejen que el Espíritu Santo los guíe en la vida. Entonces no se dejarán llevar por los impulsos de la naturaleza pecaminosa. 17 La naturaleza pecaminosa desea hacer el mal, que es precisamente lo contrario de lo que quiere el Espíritu.

Pero no es fácil. Porque tenemos una naturaleza pecaminosa, un cuerpo rebelde, una carne que aún busca satisfacer sus propios anhelos y egoísmos. Una vida que aún busca sensaciones temporales y terrenales porque no ha probado aún lo suficiente de Dios como para entender, que el deleite en Dios es superior, mayor, y mucho más duradero que los placeres que da el dinero, o los vicios, o cualquier clase de placer terrenal al que nos apegamos y al cual nos cuesta renunciar.

¿Te pasa igual?

Romanos 7

18 Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa[c] no existe nada bueno. Quiero hacer lo que es correcto, pero no puedo. 19 Quiero hacer lo que es bueno, pero no lo hago. No quiero hacer lo que está mal, pero igual lo hago. 20 Ahora, si hago lo que no quiero hacer, realmente no soy yo el que hace lo que está mal, sino el pecado que vive en mí.

¿Hay algo en tu vida a lo cual te cuesta renunciar?… (A todos nos pasa, a unos más que a otros. Y en diferentes áreas de nuestra vida).

Entonces comprenderás por qué Pablo dice esto: “que sea un sacrificio vivo”

“Sacrificio”. No suena a que sea fácil.

Tampoco suena a que sea algo que deseas hacer.

Por eso se llama “sacrificio”, porque es difícil. Porque cuesta. Porque duele.

¡PERO ESA ES LA VERDADERA MANERA DE ADORARLO!

Nuestro “Jacob”, nuestro cuerpo mortal y pecaminoso, nuestra vida (redimida y salvada, si, pero pecadora aún), sigue rebelándose contra Dios. Sigue intentando conseguir sus propios beneficios y placeres. Una parte de nosotros sigue peleando contra Dios cada día; y aunque el crecimiento y la madurez en Cristo consisten en que esa parte muera cada día un poquito más, la manera de hacerlo pasa por la renuncia al pecado.

Es curioso, pero el llamado a la santificación, a su vez, de manera implícita, es el mismo llamado a adorarlo.

¿De qué sirve cantar y alabar al Señor, sea de manera muy extrovertida o de manera muy solemne, si nuestra vida no está rendida y rindiéndose continuamente al Señor?

Isaias 29

13 Así que el Señor dice:

«Este pueblo dice que me pertenece;

me honra con sus labios,

pero su corazón está lejos de mí.

Y la adoración que me dirige

no es más que reglas humanas, aprendidas de memoria.

Jesús lo recordó de esta manera:

Mateo 15

8 “Este pueblo me honra con sus labios,

pero su corazón está lejos de mí.

9 Su adoración es una farsa

porque enseñan ideas humanas como si fueran mandatos de Dios”

“su adoración es una farsa”, dijo Jesús.

De manera que, ¿Qué es lo que hay realmente, y de manera bíblica, implícito en la frase: “Vamos a alabar y adorar a Dios”?

Una vida apartada del pecado. Una vida que cada día lucha contra él. Una vida que rechaza y se niega a obedecer los deseos de su naturaleza pecaminosa.

Cuando lees de nuevo los llamados a la adoración en la Biblia, notarás que siempre, de manera implícita o directa, hay también un llamado a la santidad y a la obediencia. A reconocer su Señorío y su Grandeza. A reconocer que el es Rey, y nosotros, sus súbditos.

Salmo 95

1 ¡Vengan, cantemos al Señor! Aclamemos con alegría a la Roca de nuestra salvación. 2 Acerquémonos a él con acción de gracias. Cantémosle salmos de alabanza, 3 porque el Señor es Dios grande, un gran Rey sobre todos los dioses. 4 En sus manos sostiene las profundidades de la tierra y las montañas más imponentes. 5 El mar le pertenece, pues él lo creó; sus manos también formaron la tierra firme.

6 Vengan, adoremos e inclinémonos. Arrodillémonos delante del Señor, nuestro creador, 7 porque él es nuestro Dios. Somos el pueblo que él vigila, el rebaño a su cuidado.

¡Si tan sólo escucharan hoy su voz! 8 El Señor dice: «No endurezcan el corazón como Israel en Meriba, como lo hizo el pueblo en el desierto de Masá. 9 Allí sus antepasados me tentaron y pusieron a prueba mi paciencia, a pesar de haber visto todo lo que hice. 10 Durante cuarenta años estuve enojado con ellos y dije: “Son un pueblo cuyo corazón se aleja de mí; rehúsan hacer lo que les digo”. 11 Así que en mi enojo juré: “Ellos nunca entrarán a mi lugar de descanso”».

¡Vamos a cantar! ¡Adoremos al Rey!… y que nuestro canto, ¡sea la expresión de gratitud por lo que él ha hecho en nuestra vida!

(*): Estadística ilustrativa, sin fundamento real.


 
 
 

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