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¿UN DIOS VANIDOSO BUSCANDO ADORACIÓN?

  • Alejandro Machado
  • 1 feb 2015
  • 9 Min. de lectura

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“Dios hizo todo esto para que nosotros le diéramos gloria y alabanza”. Efesios 1:14

¿No suena arrogante la idea de un Dios que hace las cosas para la alabanza de su nombre? Aún más, ¿no suena poco modesto un Dios que busca adoradores verdaderos?

Juan 4:23 Pero se acerca el tiempo —de hecho, ya ha llegado— cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. El Padre busca personas que lo adoren de esa manera.24 Pues Dios es Espíritu, por eso todos los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad.

Seamos honestos, cuando alguien se considera superior a los demás, y busca (o exige) algún tipo de reconocimiento, o alabanza, es considerado petulante, vanidoso, engreído, altivo y altanero.

Y bien, ¡Aquí tenemos a un Dios, que nos dice que ha hecho todas las cosas, para que nosotros le demos gloria y alabanza! ¡Esto no parece ser un acto desinteresado! A ojos de cualquiera que evalúe la situación sin considerar el contexto, Dios es vanidoso. ¡Es un Dios que está diciendo que él debe ser adorado!, ¿no es eso vanidad?

La clave para entender esto radica en el contexto.

Antes de exponer el punto en cuestión, debemos asegurar que no estamos tratando de defender a Dios, ni pretendemos hacerlo. No podríamos aunque lo intentáramos. Además, él no necesita ser defendido. Dios ES, y su verdad es contundente.

MÉRITO

La frase de Efesios expone una realidad: Dios merece la alabanza. Ese es un punto interesante. En muchas religiones (hinduismo, por ejemplo), la mayoría de los dioses, demandan adoración, (obviamente a través de sus sacerdotes, historias y mitos). Su exigencia demanda que quienes no lo hagan, no obtienen sus beneficios y además, quedan expuestos al castigo, la ira o indiferencia de sus dioses.

Cuando la Biblia nos dice que Dios hizo todo esto para que nosotros le adoráramos queda claro que hay una acción de por medio que hace digno a Dios de esa adoración.

¿Qué fue lo que hizo Dios por nosotros?

Una de las sub-tramas principales de la Biblia es la forma como Dios resuelve el mayor problema de la humanidad: ¿Cómo ser justificados delante de un Dios Justo?. Ningún ser humano merece entrar en el Reino de los Cielos.

Si Dios simplemente diera entrada a todos los seres humanos a su presencia, negaría su propia identidad. Su santidad y pureza son tales (nótese el uso separado de las palabras), que no hay posibilidad de que un ser humano pueda, en su condición pecaminosa, entrar a la presencia de Dios sin ser consumidos por tal majestuosidad.

Isaias 6 El año en que murió el rey Uzías, vi al Señor sentado en un majestuoso trono, y el borde de su manto llenaba el templo. 2 Lo asistían poderosos serafines, cada uno tenía seis alas. Con dos alas se cubrían el rostro, con dos se cubrían los pies y con dos volaban. 3 Se decían unos a otros:

«¡Santo, santo, santo es el Señor de los Ejércitos Celestiales! ¡Toda la tierra está llena de su gloria!».

4 Sus voces sacudían el templo hasta los cimientos, y todo el edificio estaba lleno de humo.

5 Entonces dije: «¡Todo se ha acabado para mí! Estoy condenado, porque soy un pecador. Tengo labios impuros, y vivo en medio de un pueblo de labios impuros; sin embargo, he visto al Rey, el Señor de los Ejércitos Celestiales».

La mayoría de los seres humanos tiende a catalogar a cada persona en alguno de estos dos bandos: “buenos, o malos”. Cuando nosotros estudiamos la Biblia, ésta nos confronta a una realidad que filósofos y escritores honestos han descrito como “el innato egoísmo que existe en el hombre”, el cual lo lleva siempre a la búsqueda de su propio bienestar, aún en la toma de decisiones más sencillas.

¿Cómo tomas la decisión de que porción de comida servirte cuando sabes que el beneficiario de esa decisión vas a ser tu, o alguna de las personas a quienes tú aprecias?

¿De qué manera actuamos cuando sabemos que hay limitados recursos y sólo nuestra intervención rápida o eficiente asegurará la posesión de alguno de ellos para nosotros?

Otros llamarán a esto “la supervivencia del más apto”; pero en realidad es egoísmo. Es la búsqueda del bienestar personal, por encima del de los demás. Vivimos pensando “primero mi bienestar, luego el de los míos, y si queda, que se reparta para los demás”. Es un mal que aqueja nuestra sociedad desde el estrato más alto hasta lo más íntimo del hogar.

Santiago 4 ¿Qué es lo que causa las disputas y las peleas entre ustedes? ¿Acaso no surgen de los malos deseos que combaten en su interior? 2 Desean lo que no tienen, entonces traman y hasta matan para conseguirlo. Envidian lo que otros tienen, pero no pueden obtenerlo, por eso luchan y les hacen la guerra para quitárselo. Sin embargo, no tienen lo que desean porque no se lo piden a Dios. 3 Aun cuando se lo piden, tampoco lo reciben porque lo piden con malas intenciones: desean solamente lo que les dará placer.

¡Cuántas disputas y problemas surgen de nuestro egoísmo!

Y todos lo somos. La Biblia dice claramente que no hay nadie bueno.

Romanos 3:9 Ahora bien, ¿llegamos a la conclusión de que los judíos somos mejores que los demás? ¡Para nada! Tal como acabamos de demostrar, todos —sean judíos o gentiles[c]— están bajo el poder del pecado. 10 Como dicen las Escrituras:

«No hay ni un solo justo, ni siquiera uno.

11

Nadie es realmente sabio, nadie busca a Dios.

12

Todos se desviaron, todos se volvieron inútiles. No hay ni uno que haga lo bueno, ni uno solo»

Es un mito aquello de que usamos nuestra capacidad para tomar decisiones para optar entre lo bueno y lo malo. Lo sabio y lo torpe, lo puro y lo impuro. Lo cierto es que decidimos en función de bienestar personal: “Me gusta, o no me gusta; Me conviene, o no me conviene; Lo quiero, o no lo quiero”. Decidimos en función de egoísmo. Es la cruda realidad del ser humano.

Incluso esto aplica para cuando decimos querer a alguien (amistad o pareja). Mientras ese amor no provenga de Dios (única manera de que en el corazón del hombre exista un amor desinteresado), siempre nuestro sentir favorable hacia alguien estará revestido de alguna forma de egoísmo.

El amor de pareja, por ejemplo, es uno de los amores más interesados y egoístas que existen. Siempre decide buscando su propio bienestar y placer. Si existen sacrificios en la relación, se hacen pensando en la recompensa. Pero esta bien. En cierta forma este tipo de amor necesita ser así, porque está en la naturaleza del ser humano: La búsqueda de la felicidad, y la búsqueda del placer.

Hay quienes piensan diferente sobre el punto anterior. Y aunque no es el tema que tratamos esta semana, siempre pregunto acerca de las motivaciones que llevan a los hombres y mujeres a relacionarse sentimentalmente con alguien, y establecer una relación de tipo amorosa. Las palabras “te quiero”, “te amo” y “te necesito” siempre tienen un fundamento. Hay una razón de ser. Muestra nuestra condicionalidad. Amamos porque recibimos. Fuimos diseñados así, no somos tan desinteresados como creíamos ser.

Es por eso que Dios quiere que sepamos y veamos las cosas que él ha hecho por nosotros. Sus obras, sus maravillas, su sacrificio, su intervención a favor del hombre demuestran y revelan su carácter. Nos hablan de quién es, y lo hacen merecedor de toda alabanza y adoración.

La solución al gran dilema de Dios acerca de cómo justificar a un hombre perverso y egoísta lo encontramos en Jesucristo. La entrega voluntaria para ser castigado en lugar de quien cometió la falta.Jesús toma el lugar del pecador, y Dios encuentra en él un sujeto de castigo. Así que descarga en Jesús toda su ira, toda su indignación por las fallas que el hombre cometió; y lo quebranta. Lo hace hasta el punto de llevarlo a la muerte, y una muerte solitaria, dolorosa, y cruel. Dios satisfizo su ira en Jesús. Una vez que hizo esto, castigó el pecado y cumplió con su justicia.

Dios es demasiado santo y puro. No puede tolerar el pecado. Por eso castiga a un inocente, para salvar a muchos.

Romanos 5:12 Cuando Adán pecó, el pecado entró en el mundo. El pecado de Adán introdujo la muerte, de modo que la muerte se extendió a todos, porque todos pecaron. 13 Es cierto, la gente ya pecaba aun antes de que se entregara la ley; pero no se le tomaba en cuenta como pecado, porque todavía no existía ninguna ley para violar. 14 Sin embargo, desde los tiempos de Adán hasta los de Moisés, todos murieron, incluso los que no desobedecieron un mandamiento explícito de Dios como lo hizo Adán. Ahora bien, Adán es un símbolo, una representación de Cristo, quien aún tenía que venir; 15 pero hay una gran diferencia entre el pecado de Adán y el regalo del favor inmerecido de Dios. Pues el pecado de un solo hombre, Adán, trajo muerte a muchos; pero aún más grande es la gracia maravillosa de Dios y el regalo de su perdón para muchos por medio de otro hombre, Jesucristo; 16 y el resultado del regalo del favor inmerecido de Dios es muy diferente de la consecuencia del pecado de ese primer hombre. Pues el pecado de Adán llevó a la condenación, pero el regalo de Dios nos lleva a ser declarados justos a los ojos de Dios, a pesar de que somos culpables de muchos pecados. 17 Pues el pecado de un solo hombre, Adán, hizo que la muerte reinara sobre muchos; pero aún más grande es la gracia maravillosa de Dios y el regalo de su justicia, porque todos los que lo reciben vivirán en victoria sobre el pecado y la muerte por medio de un solo hombre, Jesucristo.

18 Así es, un solo pecado de Adán trae condenación para todos, pero un solo acto de justicia de Cristo trae una relación correcta con Dios y vida nueva para todos. 19 Por uno solo que desobedeció a Dios, muchos pasaron a ser pecadores; pero por uno solo que obedeció a Dios, muchos serán declarados justos.

20 La ley de Dios fue entregada para que toda la gente se diera cuenta de la magnitud de su pecado, pero mientras más pecaba la gente, más abundaba la gracia maravillosa de Dios. 21 Entonces, así como el pecado reinó sobre todos y los llevó a la muerte, ahora reina en cambio la gracia maravillosa de Dios, la cual nos pone en la relación correcta con él y nos da como resultado la vida eterna por medio de Jesucristo nuestro Señor.

…y “Dios hizo todo esto para que nosotros le diéramos gloria y alabanza”.

¿Sigue sonando como un Dios prepotente?

El segundo aspecto que queremos considerar en ese contexto es:

DIOS

Si cualquier persona sobre la tierra dice que ella o él es “El mejor del mundo” (en cualquier cosa), podemos asegurar con certeza que no es cierto. Y de serlo, sería de manera temporal.

Aquí estamos hablando de DIOS. El Santo, el Omnipotente, el Magnífico, el Único. ¿Puede o no decirlo?… Lo ha dicho, lo dice y lo dirá eternamente con justa razón. ¡Él es el Único Dios!

Isaías 45

5

Yo soy el Señor; no hay otro Dios. Te he preparado para la batalla, aunque tú ni siquiera me conoces,

6

para que el mundo entero, desde el oriente hasta el occidente, sepa que no hay otro Dios. Yo soy el Señor, y no hay otro.

7

Yo formo la luz y creo las tinieblas, yo envío los buenos tiempos y los malos; yo, el Señor, soy el que hace estas cosas.

En realidad hay multitud de textos bíblicos que podemos añadir aquí en los cuales Dios se presenta así mismo como: El Único, Omnipotente y Sabio Dios. Fuera de él, NO HAY MÁS.

Y eso nos lleva a la tercera razón de nuestro análisis.

SU BONDAD

Dios nos da lo mejor que hay. Y lo mejor que hay es él mismo.

Si Dios nos dijera: “Vayan a divertirse con esto, o aquello otro”, sea lo que sea que nos esté ofreciendo (incluyendo riquezas, placer sensual, emociones gratificantes, comida de sabores indescriptibles, etc), nada podría superarlo a él. ¡Él es Dios!

Cuando Dios nos habla de la alabanza a él, nos está hablando que debemos disfrutarlo a él. Su imperativo como mandato, tiene un sentido lógico.

Salmo67

3

Que las naciones te alaben, oh Dios, sí, que todas las naciones te alaben.

4

Que el mundo entero cante de alegría, porque tú gobiernas a las naciones con justicia y guías a los pueblos del mundo.

El imperativo de Dios por la alabanza de su nombre proviene de su bondad. Dios nos está dando LO MEJOR QUE EXISTE, ÉL MISMO.

El hombre necesita un medio para poder disfrutar de LO MEJOR QUE EXISTE, entonces “hace todas estas cosas”… ¡para que nosotros lo disfrutemos a él!, y le demos la gloria y la alabanza que merece.

Gracias a Dios por Jesucristo, su sacrificio en la cruz hizo posible nuestra bendición, y vida eterna.

Alabamos y adoramos a Dios por eso, no porque nos lo exige, ¡sino porque él lo merece!


 
 
 

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